La Historia nos sorprende de nuevo.[1] Contra muchas previsiones (otros, argumentan que no hay nada sorprendente en la explosión de sistemas altamente constreñidos[2]), la primavera árabe ha iniciado un movimiento no-violento centrado en ideas de justicia social y dignidad humana abogando con éxito por el fín de los regímenes autocráticos post-coloniales en Libia, Egipto y Túnez y el refuerzo de incipientes procesos de democratización tanto allí como en países del Oriente Medio como Siria, Jordania, Omán, Yemen y Bahrain.
El proceso ha sido escenificado frente a una audiencia global en directo, y por tanto está teniendo un gran potencial para influir políticas en la región y mas allá. Mientras desde Europa es tentador hablar de la primavera árabe como un proceso unitario, romántico y con cierto misticismo revolucionario, es importante tener en cuenta las grandes diferencias entre los contextos sociales y culturales Egipcio, Tunecino y Libio, asi como en los respectivos regímenes de Oriente Medio.[3] Históricamente, las revueltas significan el principio del fín de los regímenes post-coloniales establecidos durante los años 50 y 60 a través de golpes militares. Dichos regímenes contaban con considerable apoyo occidental, supuestamente justificado en el miedo al fundamentalismo y las experiencias de Irán en 1979 y Argelia en 1992, así como en la necesidad de proteger el status quo en términos económicos y de seguridad, incluyendo la situación de Israel.
El proceso ha sido escenificado frente a una audiencia global en directo, y por tanto está teniendo un gran potencial para influir políticas en la región y mas allá. Mientras desde Europa es tentador hablar de la primavera árabe como un proceso unitario, romántico y con cierto misticismo revolucionario, es importante tener en cuenta las grandes diferencias entre los contextos sociales y culturales Egipcio, Tunecino y Libio, asi como en los respectivos regímenes de Oriente Medio.[3] Históricamente, las revueltas significan el principio del fín de los regímenes post-coloniales establecidos durante los años 50 y 60 a través de golpes militares. Dichos regímenes contaban con considerable apoyo occidental, supuestamente justificado en el miedo al fundamentalismo y las experiencias de Irán en 1979 y Argelia en 1992, así como en la necesidad de proteger el status quo en términos económicos y de seguridad, incluyendo la situación de Israel.
Foto: Checkpoint en Hebron, Febrero 2011
La asistencia de Estados Unidos ha tenido un papel fundamental, en este sentido. Desde los acuerdos de Camp David de 1979, Estados Unidos ha venido donando a Egipto 2.000 millones de dolares de asistencia financiera y 1.300 millones de dolares anuales al ejército como asistencia militar. Es de esperar que el giro político y el “nuevo comienzo” expresado en los discursos de Obama en Cairo en 2009 y 2011 lleven a una revisión de tales programas.[4] Asimismo, la connivencia de líderes Europeos hasta que las revueltas empezaron a ganar el pulso a los regímenes de Egipto, Libia y Tunez ha sido evidente. Las visitas regulares de Gadafi, sus extravagantes “jaimas” en Roma y Sevilla, sus negocios inmobiliarios en Marbella, los regalos de Mubarak o las amigables relaciones de la entonces Ministra de Asuntos Exteriores francesa, Michèle Alliot-Marie, con el régimen de Ben Ali (al que ofreció asistencia policial durante la revuelta, aceptando también un viaje en jet privado del entorno del dictador para ir de vacaciones a Túnez en esos precisos momentos) son ejemplos que pasarán a la historia de la infamia.Reclamaciones de derechos civiles y justicia social a nivel nacional
Los heroes de esta revolución no son gente poderosa. La chispa que originó las revueltas fue un acto de rebeldía suicida por parte de un joven vendedor de verduras, Mohamed Bouazizi. El joven bloggero Khaled Said, muerto tras ser apaleado por la policía en Junio del 2010 en Alejandría o la joven manifestante Sally Zahran, víctima mortal de las palizas de la policía egipcia son algunos de los catalistas de la caída de los regímenes egipcio y tunecino. Activistas como Asmaa Mahfouz llevarían luego su mensaje a iniciativas como el de Occupy Wall Street.[5]
Del Pan-Arabismo Utópico al Nacionalismo Posibilista
Las transiciones en Túnez, Egipto y las crisis que continuan en el resto de la region han demostrado la fuerza y la legitimidad de las ideas de derechos humanos, democracia y justicia a nivel nacional, en contra de los regímenes postcoloniales establecidos a través de golpes de estado en los 50 y los 60. Las ideas Pan-Arabistas, Pan-Islamistas o propuestas utópicas como las de Al Qaeda han pasado a un segundo plano.[6] Las revueltas en favor del constitucionalismo y los derechos humanos contradicen una visión del Norte de África y Oriente Medio como un oscuro reducto fundamentalista. (Foto: Modelo en el viejo Jerusalén)
La asistencia de Estados Unidos ha tenido un papel fundamental, en este sentido. Desde los acuerdos de Camp David de 1979, Estados Unidos ha venido donando a Egipto 2.000 millones de dolares de asistencia financiera y 1.300 millones de dolares anuales al ejército como asistencia militar. Es de esperar que el giro político y el “nuevo comienzo” expresado en los discursos de Obama en Cairo en 2009 y 2011 lleven a una revisión de tales programas.[4] Asimismo, la connivencia de líderes Europeos hasta que las revueltas empezaron a ganar el pulso a los regímenes de Egipto, Libia y Tunez ha sido evidente. Las visitas regulares de Gadafi, sus extravagantes “jaimas” en Roma y Sevilla, sus negocios inmobiliarios en Marbella, los regalos de Mubarak o las amigables relaciones de la entonces Ministra de Asuntos Exteriores francesa, Michèle Alliot-Marie, con el régimen de Ben Ali (al que ofreció asistencia policial durante la revuelta, aceptando también un viaje en jet privado del entorno del dictador para ir de vacaciones a Túnez en esos precisos momentos) son ejemplos que pasarán a la historia de la infamia.Reclamaciones de derechos civiles y justicia social a nivel nacional
Los heroes de esta revolución no son gente poderosa. La chispa que originó las revueltas fue un acto de rebeldía suicida por parte de un joven vendedor de verduras, Mohamed Bouazizi. El joven bloggero Khaled Said, muerto tras ser apaleado por la policía en Junio del 2010 en Alejandría o la joven manifestante Sally Zahran, víctima mortal de las palizas de la policía egipcia son algunos de los catalistas de la caída de los regímenes egipcio y tunecino. Activistas como Asmaa Mahfouz llevarían luego su mensaje a iniciativas como el de Occupy Wall Street.[5]
Del Pan-Arabismo Utópico al Nacionalismo Posibilista
Las transiciones en Túnez, Egipto y las crisis que continuan en el resto de la region han demostrado la fuerza y la legitimidad de las ideas de derechos humanos, democracia y justicia a nivel nacional, en contra de los regímenes postcoloniales establecidos a través de golpes de estado en los 50 y los 60. Las ideas Pan-Arabistas, Pan-Islamistas o propuestas utópicas como las de Al Qaeda han pasado a un segundo plano.[6] Las revueltas en favor del constitucionalismo y los derechos humanos contradicen una visión del Norte de África y Oriente Medio como un oscuro reducto fundamentalista. (Foto: Modelo en el viejo Jerusalén)
Además, muchas mujeres ven en la primavera árabe una revolución feminista.[7] El rol de las mujeres egipcias y tunecinas en las revueltas ha sido fundamental para su éxito. El maltrato policial a las mujeres en noviembre en el Cairo provocó la manifestación feminista mas grande de la historia de Egipto. Las imágenes de mujeres maltratadas por la policía han escandalizado a una audiencia global.
De hecho, el liberalismo de las revueltas también ha pillado a Al-Qaeda por sorpresa y contradicho de plano su planteamiento: primero los rebeldes abogaron por la no-violencia, consiguieron derrocar regímenes sin atacar primero a Estados Unidos. Los futuros regímenes democráticos debilitarán los argumentos del “jihadismo” sobre la represión al Islam. En este sentido, la esperada democratización es potencialmente una mala noticia para las políticas anti-terroristas heredadas de la era Bush. Las prisiones clandestinas, los interrogatorios especiales y extradiciones sospechosas serán más difíciles si la transición resulta en instituciones mas independientes. (Foto: Escaparate en Jerusalén)Derechos humanos y democracia de Oriente a Occidente
Por una vez, los movimientos por los derechos civiles y la justicia social se han propagado de Oriente a Occidente, inspirando o dando ánimos a otros colectivos como los indignados del 15 de Mayo en España o el Occupy Wall Street en Estados Unidos. La Primavera Árabe ha promovido, gracias a las redes digitales, contactos internacionales entre organizaciones no gubernamentales, blogeros, ciudadanos sin ninguna afiliación organizativa que compartían un sentimiento de indignación y una reclamación de justicia en las dos orillas del Mediterráneo y mas allá. La necesidad de proteger la libertad de expresión en internet se presenta como un importante reto para la democratización a nivel global.
Así, los indignados norteafricanos han dado una lección de legitimidad y coraje rebelde a las sociedades y los líderes políticos de la Unión Europea y Estados Unidos: el apoyo a los regímenes post-coloniales de Libia, Egipto y Túnez creo una situación insostenible. Las políticas occidentales habían tomado en consideración todos los factores menos un pequeño detalle: la población. [8] Muchos españoles que vieron morir a Franco en la cama han mirado con admiración y cierta nostalgia la manera en la que los manifestantes han echado abajo dictaduras decadentes.
De hecho, el liberalismo de las revueltas también ha pillado a Al-Qaeda por sorpresa y contradicho de plano su planteamiento: primero los rebeldes abogaron por la no-violencia, consiguieron derrocar regímenes sin atacar primero a Estados Unidos. Los futuros regímenes democráticos debilitarán los argumentos del “jihadismo” sobre la represión al Islam. En este sentido, la esperada democratización es potencialmente una mala noticia para las políticas anti-terroristas heredadas de la era Bush. Las prisiones clandestinas, los interrogatorios especiales y extradiciones sospechosas serán más difíciles si la transición resulta en instituciones mas independientes. (Foto: Escaparate en Jerusalén)Derechos humanos y democracia de Oriente a Occidente
Por una vez, los movimientos por los derechos civiles y la justicia social se han propagado de Oriente a Occidente, inspirando o dando ánimos a otros colectivos como los indignados del 15 de Mayo en España o el Occupy Wall Street en Estados Unidos. La Primavera Árabe ha promovido, gracias a las redes digitales, contactos internacionales entre organizaciones no gubernamentales, blogeros, ciudadanos sin ninguna afiliación organizativa que compartían un sentimiento de indignación y una reclamación de justicia en las dos orillas del Mediterráneo y mas allá. La necesidad de proteger la libertad de expresión en internet se presenta como un importante reto para la democratización a nivel global.
Así, los indignados norteafricanos han dado una lección de legitimidad y coraje rebelde a las sociedades y los líderes políticos de la Unión Europea y Estados Unidos: el apoyo a los regímenes post-coloniales de Libia, Egipto y Túnez creo una situación insostenible. Las políticas occidentales habían tomado en consideración todos los factores menos un pequeño detalle: la población. [8] Muchos españoles que vieron morir a Franco en la cama han mirado con admiración y cierta nostalgia la manera en la que los manifestantes han echado abajo dictaduras decadentes.
Prejuicios Eurocéntricos cuestionados
Esta nueva visión del norte de África y Oriente Medio llega en un tiempo en que los movimientos populistas triunfan en Europa usando mensajes xenófobos y estereotipos sobre el Islam contra la población inmigrante o de orígen norteafricano.[9] El “otro” Islámico descrito por políticos del tipo Geert Wilders en Países Bajos o Marine Le Pen en Francia queda algo tocado ante la compleja y dividida realidad social y politica evidenciada por las protestas. La primavera árabe debería llevar a la promoción activa de las transiciones norteafricanas como una medida para acrecentar la seguridad humana en la región y en Occidente.Un difícil experimento de integración del Islam político
Mientras el futuro de Siria, Bahrain, Yemen y Libia está aun poco claro, las transiciones en Túnez y Egipto encaran el triunfo de partidos Islamistas en lo que será un importante experimento de integración del Islam político. Los nuevos gobiernos tendrán el reto de asegurar el respeto a los derechos de las mujeres, así como a las minorías etnicas y religiosas y su participación política. Los incidentes en Octubre del 2011 son un recordatorio de la volatilidad política existente entorno a la diversidad religiosa. En las elecciones a la Asamblea Constituyente de Octubre en Túnez, En Nahda (literalmente, “renacimiento”) ganó el 37 por ciento de los votos en las, seguido de lejos por tres partidos liberales, cada uno al borde del ocho por ciento). En Egipto, Libertad y Justicia, el partido creado por los Hermanos Musulmanes, ganó la primera fase de las elecciones parlamentarias con un 45 por ciento de los votos, seguido por los Salafistas (Hizb Al Nur, literalmente “Partido de la Luz”), con un 25 por ciento y los liberales Bloque Egipcio y Hizb Al Wafd Al Jadid (“Nuevo Partido de la Delegación”) un trece por ciento y un siete por ciento respectivamente. Mientras hay razones de índole económica y organizativa que explican semejante éxito (las ayudas sociales de estos partidos, que cuentan con clínicas, escuelas, asilos, su experiencia política y democracia interna), no todas sus ideas responden a esta explicación. El rechazo al aborto, la homosexualidad o la igualdad plena de la mujer son difícilmente explicables en términos materialistas. Afortunadamente, los movimientos islamistas que más apoyo han obtenido (Justicia y Libertad en Egipto y En Nahda en Túnez) aparentan demostrar una tendencia hacia el pragmatismo posibilista en las últimas dos décadas.[10] Entienden bien la necesidad del apoyo internacional en términos financieros y políticos.El inmobilismo del antiguo regimen en Egipto
Como describió magistralmente George Orwell en “Rebelión en la Granja”, las revoluciones sufren siempre el riesgo de unos proclamándose “más iguales” que otros. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas en Egipto, en este sentido, representa un motivo de preocupación, ya que pretenderá mantener un poder superior al establecido en estados constitucionales modernos. Los esfuerzos de este estamento por controlar el proceso constitucional están siendo resistidos por las fuerzas políticas civiles. Así, Nobel Mohammed El Baradei renunció a su candidatura presidencial en Enero del 2012 argumentando que la junta militar “se comporta como si no hubiera habido una revolución y como si ningún regimen hubiera caído”. Algunos analistas, como Issandr El Amrani temen el establecimiento de un “estado profundo” al estilo turco en el que las estructuras de seguridad controlan la política desde las “cloacas del estado”.[11]
La legitimidad de los nuevos regimens, si consiguen sortear estos obstáculos, dependerá de la voluntad de llegar a un acuerdo frente a los propios intereses estratégicos entre las fuerzas estratégicas que están definiendo el proceso constitucional (seculares, Islámicas, fuerzas armadas en el caso egipcio). Los gobiernos occidentales pueden tener un rol importante en el proceso.
Por último, sería deseable que las relaciones internacionales dejen de jugar en contra de la democratización. Las complejas relaciones internacionales en torno al conflicto Arabe-Israelí acechan los éxitos de la transición en Egipto particularmente. Como evidenciaron los discursos de Obama antes y despues de las revueltas, Estados Unidos se debate intensamente entre el idealismo liberal y su interés en mantener el status quo (a pesar de constituir una olla a presión insostenible). Su apuesta por una solución de dos estados en Israel mientras aboga por vetar cualquier intento de estadidad Palestina es una muestra de esta contradicción.
En suma, la manera en la que diferentes ideas sobre justicia (las más trascendentales del fundamentalismo, la deriva Eurocéntrica, la apuesta por el constitucionalismo civil, el posibilismo de unos y otros) y diversos intereses estratégicos domésticos, regionales e internacionales jugarán entre si determinará el curso político futuro y hasta qué punto las protestas ayudaran a la población. En este momento una Europa ensimismada, asustada por la crisis y temerosa de su propia diversidad cultural ofrece una imágen de espejo invertido sobre un norte de África que se despereza de su pasado colonial y autocrático y empieza a enfrentarse con fuerza juvenil a sus propias contradicciones sistémicas, de derechos de la mujer y diversidad étnica y cultural. Ambas orillas sufren, aunque en muy distinta medida, la presencia de elementos extremadamente violentos e intransigentes (el terrorismo de ultra derecha anti-inmigrante en Alemania y los sucesos en Noruega en julio del 2011 son tristes ejemplos).
En este contexto, Europa tiene la oportunidad de salir de su ensimismamiento y aprovechar el soplo cálido de la primavera árabe para volver a pensar su relación con el Norte de África y Oriente Medio y apoyar enérgicamente los procesos de transición democrática en la orilla sur del Mediterráneo como un asunto de seguridad humana.
Esta nueva visión del norte de África y Oriente Medio llega en un tiempo en que los movimientos populistas triunfan en Europa usando mensajes xenófobos y estereotipos sobre el Islam contra la población inmigrante o de orígen norteafricano.[9] El “otro” Islámico descrito por políticos del tipo Geert Wilders en Países Bajos o Marine Le Pen en Francia queda algo tocado ante la compleja y dividida realidad social y politica evidenciada por las protestas. La primavera árabe debería llevar a la promoción activa de las transiciones norteafricanas como una medida para acrecentar la seguridad humana en la región y en Occidente.Un difícil experimento de integración del Islam político
Mientras el futuro de Siria, Bahrain, Yemen y Libia está aun poco claro, las transiciones en Túnez y Egipto encaran el triunfo de partidos Islamistas en lo que será un importante experimento de integración del Islam político. Los nuevos gobiernos tendrán el reto de asegurar el respeto a los derechos de las mujeres, así como a las minorías etnicas y religiosas y su participación política. Los incidentes en Octubre del 2011 son un recordatorio de la volatilidad política existente entorno a la diversidad religiosa. En las elecciones a la Asamblea Constituyente de Octubre en Túnez, En Nahda (literalmente, “renacimiento”) ganó el 37 por ciento de los votos en las, seguido de lejos por tres partidos liberales, cada uno al borde del ocho por ciento). En Egipto, Libertad y Justicia, el partido creado por los Hermanos Musulmanes, ganó la primera fase de las elecciones parlamentarias con un 45 por ciento de los votos, seguido por los Salafistas (Hizb Al Nur, literalmente “Partido de la Luz”), con un 25 por ciento y los liberales Bloque Egipcio y Hizb Al Wafd Al Jadid (“Nuevo Partido de la Delegación”) un trece por ciento y un siete por ciento respectivamente. Mientras hay razones de índole económica y organizativa que explican semejante éxito (las ayudas sociales de estos partidos, que cuentan con clínicas, escuelas, asilos, su experiencia política y democracia interna), no todas sus ideas responden a esta explicación. El rechazo al aborto, la homosexualidad o la igualdad plena de la mujer son difícilmente explicables en términos materialistas. Afortunadamente, los movimientos islamistas que más apoyo han obtenido (Justicia y Libertad en Egipto y En Nahda en Túnez) aparentan demostrar una tendencia hacia el pragmatismo posibilista en las últimas dos décadas.[10] Entienden bien la necesidad del apoyo internacional en términos financieros y políticos.El inmobilismo del antiguo regimen en Egipto
Como describió magistralmente George Orwell en “Rebelión en la Granja”, las revoluciones sufren siempre el riesgo de unos proclamándose “más iguales” que otros. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas en Egipto, en este sentido, representa un motivo de preocupación, ya que pretenderá mantener un poder superior al establecido en estados constitucionales modernos. Los esfuerzos de este estamento por controlar el proceso constitucional están siendo resistidos por las fuerzas políticas civiles. Así, Nobel Mohammed El Baradei renunció a su candidatura presidencial en Enero del 2012 argumentando que la junta militar “se comporta como si no hubiera habido una revolución y como si ningún regimen hubiera caído”. Algunos analistas, como Issandr El Amrani temen el establecimiento de un “estado profundo” al estilo turco en el que las estructuras de seguridad controlan la política desde las “cloacas del estado”.[11]
La legitimidad de los nuevos regimens, si consiguen sortear estos obstáculos, dependerá de la voluntad de llegar a un acuerdo frente a los propios intereses estratégicos entre las fuerzas estratégicas que están definiendo el proceso constitucional (seculares, Islámicas, fuerzas armadas en el caso egipcio). Los gobiernos occidentales pueden tener un rol importante en el proceso.
Por último, sería deseable que las relaciones internacionales dejen de jugar en contra de la democratización. Las complejas relaciones internacionales en torno al conflicto Arabe-Israelí acechan los éxitos de la transición en Egipto particularmente. Como evidenciaron los discursos de Obama antes y despues de las revueltas, Estados Unidos se debate intensamente entre el idealismo liberal y su interés en mantener el status quo (a pesar de constituir una olla a presión insostenible). Su apuesta por una solución de dos estados en Israel mientras aboga por vetar cualquier intento de estadidad Palestina es una muestra de esta contradicción.
En suma, la manera en la que diferentes ideas sobre justicia (las más trascendentales del fundamentalismo, la deriva Eurocéntrica, la apuesta por el constitucionalismo civil, el posibilismo de unos y otros) y diversos intereses estratégicos domésticos, regionales e internacionales jugarán entre si determinará el curso político futuro y hasta qué punto las protestas ayudaran a la población. En este momento una Europa ensimismada, asustada por la crisis y temerosa de su propia diversidad cultural ofrece una imágen de espejo invertido sobre un norte de África que se despereza de su pasado colonial y autocrático y empieza a enfrentarse con fuerza juvenil a sus propias contradicciones sistémicas, de derechos de la mujer y diversidad étnica y cultural. Ambas orillas sufren, aunque en muy distinta medida, la presencia de elementos extremadamente violentos e intransigentes (el terrorismo de ultra derecha anti-inmigrante en Alemania y los sucesos en Noruega en julio del 2011 son tristes ejemplos).
En este contexto, Europa tiene la oportunidad de salir de su ensimismamiento y aprovechar el soplo cálido de la primavera árabe para volver a pensar su relación con el Norte de África y Oriente Medio y apoyar enérgicamente los procesos de transición democrática en la orilla sur del Mediterráneo como un asunto de seguridad humana.
Madrid/La Haya, 13 Enero del 2012
[1] Presentación para el “Foro Zorba, Madrid-Washington” en la Creperia Ne Me Quitte Pas, Madrid, 13 de Enero del 2011. Las opiniones aqui vertidas corresponden exclusivamente a su autor y no representan ninguna posición oficial. Email: <carraiza@yahoo.es>.
[2] Nassim Nicholas Taleb and Mark Blyth, ‘The Black Swan of Cairo’, in “Foreign Affairs”, Vol. 90:3, 2011, pp. 33.
[3] Lisa Anderson, ‘Demystifying the Arab Spring. Parsing the Differences Between Tunisia, Egypt and Libya’, in “Foreign Affairs”, Vol. 90:3, 2011, pp. 2-7.
[4] U.S. President Barack Obama, ‘On a New Beginning’, Remarks of President Barack Obama, Al-Azhar University of Cairo, The White House, Office of the Press Secretary, Cairo, Egypt, 4 June 2009; U.S. President Barack Obama, Remarks on North Africa and the Middle East, The White House, Office of the Press Secretary, Cairo, Egypt, 19 May 2011.
[5] Democracy Now, ‘From Tahrir to Wall Street: Egyptian Revolutionary Asmaa Mahfouz Speaks at Occupy Wall Street’, en http://www.democracynow.org/2011/10/25/from_tahrir_to_wall_street_egyptian
[6] Ahmed H. Al-Rahim, Whither Political Islam and the ‘Arab Spring’?, in «The Hedgehog Review», 2011, pp. 8-22. Daniel Byman, ‘Terrorism after the Revolutions’, in “Foreign Affairs”, Vol. 90:3, May/June 2011.
[7] Rana Kabbani en Emine Saner, ‘Will the Arab revolutions be good for women?’, The Guardian, at http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2011/dec/16/the-conversation-women-arab-spring.
[8] Doran, Michael S. The Heirs of Nasser. Who Will Benefit From the Second Arab Revolution?, in “Foreign Affairs”, Vol. 90:3, 2011, pp. 17–25.
[9] Pamuk, Orhan, ‘The Fading Dream of Europe’, New York Review of Books, 25 December 2010. Triadafilopoulos, Triadafilos, Illiberal Means to Liberal Ends? Understanding Recent Immigrant Integration Policies in Europe, in «Journal of Ethnic and Migration Studies», Vol. 37:6 (2011), pp. 861–880, at p. 873.
[10] Shadi Hamid, ‘The Rise of the Islamists’, in “Foreign Affairs”, Vol. 90:3, May/June 2011.
[11] Issandr El-Amrani, ‘Sightings of the Egyptian Deep State’, Middle East Research and Information Project, 1 January 2012.
"A Lesson to the West: The Human Rights Legitimacy of the Arab Spring Protesters" is available at:
http://word.office.live.com/wv/WordView.aspx?FBsrc=https%3A%2F%2Fwww.facebook.com%2Fattachments%2Fdoc_preview.php%3Fmid%3Did.467974996554329%26id%3Dfa0297d329a382de3d0b7ef0f1accf4a%26metadata&access_token=799517578%3AAQCqALh3bXyNT4ao&title=Arraiza%2520Arab%2520Spring%252020120801[1]-1
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