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Al salir de misa de doce, Doña María de las Mantillas susurra a la bella Eulalia:
"El notario Don Ambrosio lo tiene todo listo.
Esta noche os escaparéis juntos a América. Un carro os recogerá en el camino a Terminón a las nueve y media".
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"¿Y si me deja tirada el notario?", pensó la bella Eulalia. "¡Uy, prefiero no imaginarlo!".
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El notario Don Ambrosio sonríe mientras se imagina un futuro feliz junto a su amante. A su lado, Don Raimundo, marido de Eulalia y médico de la comarca de la Bureba, no se imagina la que se avecina.
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Pero alguien más ha escuchado a María de las Mantillas y conoce el plan secreto...
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El pérfido pordiosero Friedrich Rilks, que perdió su fortuna jugando al póker con el notario Don Ambrosio, y que también está enamorado de la bella Eulalia, medita como impedir la fuga de la pareja a América.
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Friedrich desvela el secreto de la bella Eulalia a los señoritos que atienden el entierro de las cinco de la tarde en la iglesia de San Salvador.
El rumor se expande como humo entre las sombras.
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Y luego bajo las sombrillas.
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"Eulalia, me temo que la has liado parda", le espeta a la bella Eulalia la señorita María de las Palmas, con su peculiar acento granaíno.
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"Me importa un comino. Por amor, todo vale".
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Los detalles del escándalo se propagan fuera de Oña y son repetidos en los mentideros de la gran ciudad.
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Las noticias llegan también a oídos del Arzobispo Arraizinger, aumentando esto el diámetro de su úlcera gástrica y su habitual mal café. "Si Torquemada levantara la cabeza...", medita Monseñor.
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Los rostros de María de las Palmas y la bella Eulalia salen ya en la prensa sepia.
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"Lo siento Eulalia, lo nuestro no es viable. Los escándalos van mal para la notaría", dice Ambrosio tembloroso.
"Ambro: eres un cobarde como todos. Qué planchazo haberte querido. Adiós", responde ella.
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Ambrosio suspira aliviado y murmura fríamente para sí: "There is a lot of fish in the sea" (Ambrosio había estudiado inglés pensando ya en América).
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"¡Ambrosio, llévame a Nueva York contigo!", grita desde la escalinata de la iglesia la bella María de las Esteras. "Me puedo contentar con Londres, si lo prefieres. Fíjate que también hablo inglés: I love you!".
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"Hmmm, ¿he oído bien?". Friedrich Rilks sonríe desde la escalinata...
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